La vida al aire libre brinda un espacio propicio para acercarse a la espiritualidad, a la contemplación, a la introspección y la exploración del ser, como individuo, como equipos. En muchas sociedades, existen ritos de iniciación que pautan la transición, los cambios de un estado a otro, en lo físico, en lo mental, en lo social y en lo espiritual, todos estos ritos o ceremonias usan algún elemento del planeta (Fuego, Tierra, Aire, Agua, Seres Vivos) para demarcar la interacción y la cosmovisión de este individuo ante esta nueva etapa.
Dentro del quehacer de los clanes, donde los Rovers se encuentran en una etapa de la vida de una transición profunda para encontrar ese camino, esa identidad sobre la cual construirán una mejor sociedad como ciudadanos, se presentas oportunidades para explorar la espiritualidad y la reflexión, como la introspección, donde el joven elige con quién quiere compartir ese momento especial, para vagar entre palabras, recuerdos y proyecciones el ser humano que aspira a ser en presente y porvenir, que puede ser una conversación a la luz del fuego en la figura de una vela, una antorcha o una fogata, que alumbre y dé calor pero sobre todo a fijar la vivencia en el recuerdo más profundo en la mente y en el corazón del joven.
Para congregar a los jóvenes alrededor del fuego, en una Noche Rover, donde la Mayéutica, la dialéctica, sofismos se hacen presente para filosofar por medio de la tertulia, el coloquio, el debate, el foro, el sociodrama y la simulación para el intercambio de ideas, defender argumentos, definir diálogos y conclusiones alrededor de un tema de interés, lo que impulsa el desarrollo del pensamiento crítico y habilidades sociales que van desde la oratoria hasta el respeto a la heterogeneidad de las ideas y las búsqueda del consenso. El fuego es una herramienta que ayuda fijar la atención, a crear atmósferas introspectivas, a fijar mensajes, a evocar símbolos de valores, pero sobre todo a elevar la camaradería, solidaridad y hermandad entre los presentes.
Para sentir la llama viva de la vida, el fuego puede ser usado para iluminar un escenario natural, donde los jóvenes enfoquen sus energías en reírse, alegrarse, en proyectar arte en canto, actuación y baile durante la actividad al aire libre.
El maestro de ceremonia debe internalizar y manejar la atmósfera creada alrededor de la actividad, debe asumir un papel ceremonioso, en sus palabras, en su lenguaje corporal, en la manera de hacer participar a los demás de la dinámica, teniendo siempre presente que todo accionar debe ser basada en valores positivos, constructivos que ayuden a los jóvenes en su propio desarrollo.
“La suma de las fogatas en las que has estado hace la cuenta de la oportunidad de filosofar sobre las preguntas transcendentales del ser humano”.
Pronto nos volveremos a encontrar alrededor de una Fogata, Buen Remar.